EL ABANDONO DEL CASTRO DE VIGO Y EL APOGEO y FIN DEL VIGO ROMANO

 

Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el castro de Vigo, nos han ayudado a podernos plantear las niveles de ocupación del yacimiento, así como las fases sucesivas del mayor auge y abandono progresivo y pacífico del poblado galaico-romano. Si en la ladera oriental excavada por medio de sondeos documentamos un único momento habitacional centrado en el siglo I y II después de Jesucristo, en la ladera opuesta, esto es, la occidental (la orientada hacia las islas Cíes), podemos analizar otros elementos (tanto estructurales, como materiales) que nos llevan desde el siglo III al V después de Jesucristo, pero con menos cantidad de evidencias.

Lo expuesto nos hace pensar que aún tenemos una ocupación de esa ladera del monte, luego del mayor apogeo de la zona, en la que tenemos estructuras de muros rectos de mala factura constructiva acompañando materiales arqueológicos que nos llevan a esos siglos. En definitiva, si los siglos I y II la totalidad de los habitantes del poblado están viviendo en el mismo, a partir de l siglo III muchos lo abandonan, pero otros en menor mediada continúan en él.

El Vigo romano del primitivo puerto en la parte occidental del Areal se va a extender a ambos lados del mismo, destacando los hallazgos vinculados con la actividad comercial e industrial que se va a desarrollar en esa zona, en la que se van a identificar también numerosos enterramientos (de diferente tipología y cronología), pero por desgracia no podemos apuntar con firmeza la localización de estructuras habitacionales en dicha zona, hasta la época.

Como decimos la zona inicial se va a ampliar por un lado hasta la parte final del Areal y por otra hasta lo alto del denominado “Casco Vello", exactamente hasta la ubicación de la actual Colegiata de nuestra ciudad. En este gran espacio podemos identificar varios espacios que con los objetos que arrojaron, nos hablar de su funcionalidad y cronología, como pueden ser las extraordinarias y extensas salinas, las factorías de salazón (a destacar la localizada en la calle Marques de Magallanes) o los enterramientos. Otras estructuras localizadas no pudieron documentarse su función, por diversas circunstancias, como las aparecidas en la calle Colón o Fermín Penzol, entre otras.

Tenemos que tener en cuenta que esa datación cronológica nos marcan las etapas de funcionamiento y abandono de algunos de estos lugares. Así, se plantea que las salinas con su mayor producción centrada en el siglo I-II, van a tener que ser abandonadas hacia los siglos III-IV debido a un cambio climática que va a impedir poder obtener la sal marina y por ello, esta gran zona, se irá convirtiendo en lugar de enterramientos a lo largo de varios siglos.

En cuanto a las posibles necrópolis de mayor o menor tamaño, que nos vienen dadas por la localización de numerosas estelas funerarias romanas (alguna utilizada en otra tumba posterior), aras y sobre todo enterramientos en los que se documentan varios tipos: dentro de una estructura rectangular formada por lajas de piedra o por ladrillos y tejas romanas, en ocasiones con cubierta de tejadillo a dos aguas; en ánforas romanas de diversas formas;.. hasta llegar ya a sepulcros de piedra que nos hablan ya de los labores del Medievo.

Si se habla de ese Vigo romano en ese lugar “central” de la actual ciudad, hay que considerar la distribución de otros puntos arqueológicos lejos de esa área, que comparten la misma cronología y que nos hablan de un Vigo mucho más amplio y con más actividad económica. Nos referimos a las villas romanas y otros lugares con edificios sin poder concretar su función, situados tanto hacia la zona de Teis (Rios) como a Oia( Sobreira). Mejor documentada tenemos esta segunda área, en la que podemos mencionar las estructuras aparecidas en Beiramar (Jacinto Benavente y Conde de Torrecedeira); los hallazgos de Bouzas (Alfolíes,..); las villa romana de O Fiunchal y O Cocho (Alcabre) (ambas con estanques de salazón; la villa de Toralla (Coruxo) (con salinas); o finalmente la villa romana de Sobreira, ya en Oia.

Esto en cuanto a los vestigios romanos en el litoral vigués, pero algunas construcciones pétreas así como la abundancia de materiales arqueológicos en otras zonas más al interior del valle del Fragroso, nos estaría apuntando a una población más elevada y una mayor ocupación de territorio, como serían los casos de los descubrimientos fortuitos pero muy reveladores del monte de A Pomba (en Bembrive) o el de la Torre dos Mouros (en Candeán), que esperan un estudio en profundidad.

A todo ello, hay que añadir los importantes hallazgos submarinos localizados en toda la franja de costa, destacando por su importancia el pecio documento en la playa de Os Olmos (también conocido como “Cabo do mar) y los extraordinarios materiales tanto cerámicos como metálicos, de vidrio o incluso de ámbar, que nos hablan de las relaciones comerciales de Vigo con diferentes puntos del imperio romano, en diferentes etapas cronológicas, que nos llevan hasta el litoral norte de África o al Mediterráneo oriental por el sur y hasta el mar Báltico hacia el norte.

Para finalizar hay que recalcar en el papel de suma importancia que posee el Vigo romano en los intercambios comerciales ya desde época republicana hasta el Bajo imperio, siendo en este último cuando se va a documentar una importante actividad económica que no se conocía hasta hace poco, que nos presentan al puerto de Vigo como una escala obligatoria tanto para las embarcaciones que vienen o  van del Mediterráneo al sur de la península ibérica, subiendo la costa portuguesa, como los navíos que hacen la ruta hacia el Atlántico norte, pues la inestabilidad socio-política de esos tiempos, hace menos peligro el comercio marítimo que el terrestre.

Nota.- Ilustran estas líneas, dos fotografías: una corresponde a una imagen del espacio arqueológico de Salinae, relativo a las salinas romanas localizadas en la calle Rosalía de Castro; y la otra, nos muestra una fotografía en la que vemos al fondo dos estelas romanas localizadas en 1953 en la calle Pontevedra, en la primer plano, una ara romana aparecida hace pocos años en la misma zona.









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